La novela inicia con una narración del viejo Dimas en la
cocina de la casa mientras la mamá hacia el café. El viejo expresaba que se
había levantado temprano para buscar caoba cuando de repente apareció una
culebra. Aquella era una noche en que el cielo estaba dorado, unas nubes
horrendas salían por detrás de las lomas y se tragaban la tierra. Dimas al ver
el animal tan negro le cayó a machetazos pero no la mató, esta según el fue a
morir a otro lado.
Ya era casi de noche y esos aceleraron el paso, poco después
encontraron el rancho del viejo Matías, y decidieron pasar la noche ahí. Matías
el viejo que se dedico a cazar al ver que ya no había aves y que en el cibao le
iba mejor desapareció pero el rancho que construyó a lo alto de la montaña
permaneció. A media noche Dimas despertó porque escuchó fuertes golpes, justo
en ese momento llego Simeón quien tomó asiento en un banco frente al fogón, el
viejo Dimas y su hijo lo miraban con odio este llegó en el mejor momento de la
historia.
Dimas impaciente prendió un cigarro apenas se podía ver su
barba entre el humo. De inmediato la historia continuó. En el transcurso de la
historia se volvió, vio la boca de sus hijos torcida y se refirió a estos como
muchachos pendejos, y continuó la historia, hasta finalizarla. Mas tarde Pedro
contó una historia similar. La historia decía que cuando Pepe y Simeón estaban
listos para salir, Pepe sintió algo en su interior, era una culebra que había
hallado en una propiedad que fue comprada al alcalde; esta culebra era larga,
negra y gruesa como un tronco. Lograron matarla, a diferencia de Dimas, y al
otro día decidieron quemar los alrededores para evitar que se sigan expandiendo
las serpientes por la zona.
Pepe era sujeto de pasiones más que de pensamientos,
entretenía a los demás contando cuentos y haciendo malos dibujos pero su padre
era más cariñoso y se sabía miles de juegos y les cantaba canciones de su
tierra.
Juan recuerda que se la pasaba correteando con su padre y en
las noches después de la cena a su padre le gustaba acostarse con los brazos y
piernas hacia arriba. Pepito y Juan eran personas muy distintas, a pepito le
gustaban las tamboras y esas cosas y a Juan los libros, lapice y cuadernos,
etc. Un día el padre llego con una mula pequeña y que temblaba de miedo esta se
tuvo que acostumbrar a vivir con ellos, pepe se sentía muy orgulloso cuando
veía su mulita, hacia muchos berrinches, pataleos, mordisqueaba, etc., pero al
final se resignó. Esta fue llamada mañosa por todos los berrinches que armaba,
y era para ellos como un miembro de la familia. Esta familia se fue con la mula
de visita a la cueva donde se encontraba el viejo Dimas. Al día siguiente
Simeón fue a recortar a la mula, cuando venían de regreso pepito y su hermano
Juan estaba con su madre y veían como la luna se robaba la noche.
La casa estaba en el camino, peor antes de llegar había que
cruzar el río Jigüey, el cual era muy raro porque cuando llovía era río y
cuando no era solo patio, estaba encerrado en una empalizada. A finales de
octubre la lluvia era cosa eterna sobre la tierra. Todos los horizontes se
gastaban en el gris de los aguaceros. Una gallina había sacado, pero los pollos
se fueron muriendo a causa del frío.
Cuando Pepe no estaba con su esposa los estaba protegiendo,
y estos ponían a su madre muy tiernas y cariñosa. En la noche fueron nuevamente
a casa de Dimas este confesó que estos aguaceros no tenían fin, y hubo un
silencio total. Pocos días fueron a visitar a doña Carmita, esta vivía en el
centro de Jigüey, la vieja lo saludó en voz baja pero no quiso seguir hablando.
Un rato después, cuando nadie esperaba nada dijo que los muchachos se habían
ido para el monte, cuanto días depuse al anochecer un viento cruel comenzó a
quemarles la espalda, al otro día en la mañana Simeón fue a verlos la madre
estaba en silencio con una mirada muy profunda.
Cuando su padre llegó. Se sentían los mulos por los pasos,
este fue al cuarto de Juan y le dijo que estaba cansado, luego su padre fue a
ayudar a ordenar la mula, luego se dio cuenta al volver al cuarto de Juan, que
este estaba enfermo, para este era incomprensible que su hijo tuviese fiebre,
luego este se sentó y pepito fue a sus piernas y le pregunto que le había traído,
después pepe llamó a su esposa y le dijo que en el pellón habían algunas cosas
para ella y para los niños, pero esta no fue de inmediato, sino que se sentó en
un catre, al rato llego Dimas para saber como le había ido a Pepe, éste le dijo
a su esposa que le trajera un bulto negro que había traído, al traerlo Pepe
sacó un nuevo revólver y comenzó a contar su viaje.
Cuando fue a comprar telas, en el camino se encontró con
unos revolucionarios peligrosos, al amanecer estaba lloviendo y este se
refugiaron en una casa. Cuando estos cruzaron el río Jigüey un hombre asustado
les dijo que no lo hicieran y pepe lo invitó a ir con ellos, al continuar el
camino se les atravesaron unos revolucionarios y estos trataron de ignorarlos
pero uno de ellos les dijo que no había paso de una manera insolente, pero uno
de ellos era conocido de pepe y los dejo pasar, al seguir el camino unas
personas le comenzaron a disparar pero al acercarse eran personas cercanas a
ellos, estos estaban huyendo pero no se sabían el camino y pepe les aconsejo
que se fueran con el hombre que ellos se habían llevado ya que este se sabia
bien los caminos.
Cuando pepe llego a su casa. Por suerte este llego antes de
que iniciara la revolución. Las personas siguieron visitándolos toda la noche
para saber como le había ido a pepe. Pepe fue al pueblo a vender telas y otras
cosas, e hizo una buena venta. A pesar del miedo de la revolución, las personas
seguían haciendo sus fiestas los sábados. En un tiroteo muy cerca de su casa,
vieron a José Veras, quien corrió gran peligro pero no le pasó nada. Cuando
comenzaron los disparos de la revolución Juan estaba enfermo. El general Fello
Macario fue a casa de don Pepe, al ver a Juan enfermo le dio ron seguro
de que esto le ayudaría. Mero quien se mantuvo al pendiente
de lo que pasaba en la revolución se advirtió de que habían ya gran cantidad de
muertos. Mientras la revolución terminaba la familia de Juan recogieron y
ayudaron a un señor que había sido herido llamado Momón.
Ya estaba todo en paz, aquella revolución había finalizado,
solo quedaba la sangre derramada por los luchadores e inocentes, el dolor y la
tristeza de recordar lo ocurrido y lo perdido, ensuciando de sangre hasta los
ríos. Momón ya tenía unos días en la casa. Todos le habían tomado ya cariño, en
las noches cuando a Juan le aturdía la fiebre, Momón se sentaba a la orilla de
su catre y le contaba historias, Momón se había convertido en alguien muy
importante para Juan. Unos días después Momón se enfermó, estaba muy mal. Una
tarde llego Mero, contaba historias y por un momento todos se olvidaron de lo
mal que la estaba pasando Momón y lo que esto les afectaba, hasta que Mero
pregunto por este y le informaron lo que sucedía, inmediatamente Juan comenzó a
sentir ese dolor y esa pesadumbre alterante. Momón llego a un extremo que tuvo
que ser sacado de la casa, porque su estado era peligroso ya no solo para él
sino para los demás miembros de la casa.
José Veras era perseguido por la justicia. La mañosa no
regresaba después de aquella revolución y se discutía la actitud de José Veras.
No había lugar a explicaciones y nadie sabia a que atribuir el hecho de que la
mula estaba irreconocible. Paso un tiempo y una mula venia pero se trataba de
un animal flaco, fe y destrozado. Don Pepe no creía, su mañosa no podía ser tal
cosa, sin embargo era ella. La contemplaba y se le aguaban los ojos. Mero fue
quien llevó a la mula. Estaban tratando de curar a la mula pero Mero les dijo
que la mula no se salvaría. Don Pepe se preguntaba a Mero el por que traía la
mula en ese estado, pero Mero suponía que ya Veras había hablado. Les contaba y
decía que Veras fue quien se percato que habían robado al animal y salió en su
búsqueda. Las encontró con un desconocido, y la llevo a Don Pepe.
Don Mero hizo cuanto estuvo en sus manos para hacer entender
que el no era el ladrón de la mañosa. Un domingo llegaron unos visitantes a la
casa, estos se acomodaron y preguntaron a doña Ángela si podían quedarse allí,
esta sin más preámbulo aceptó. Entre los viajeros había una niña y un bebito
que resaltaban entre todos. Un tiempo más tarde llego a la casa un joven con la
noticia de que Momón agonizaba. Los extraños le acompañaron al lecho de muerte
de Momón. Mucho tiempo tenían allí y nadie lloraba, hasta que a una mujer entre
la gran multitud que había ya en el lugar le brillaban en los ojos aquellas
lágrimas.
Luego de un rato el hijo de Dimas se acerca borracho al
lugar. Estos puso muy mal a Dimas, el pobre era un hombre que vivía
lamentándose, pero se quejaba porque ya no resistía. En el transcurso de su
vida, soporto muchos golpes, muchas lágrimas, pero hubiera preferido ver al
hijo muerto que borracho. Las primeras noches que siguieron a la muerte de
Momón fueron llenas de palabras lastimosas, las fiebres nocturnas parecían
haberse olvidado de Juan, pero aun se sentía inseguro y propenso al llano,
débil, incapaz hasta de jugar con pepito.
En los barrios se corría la voz de que venia otra revolución
por lo que todos estaban asustados, Mero muy triste se quejaba de que la pobre
mula no estaba sana. En la noche ya la revolución había alcanzado el lugar,
todos se arrinconaban huyendo de aquel sangriento fantasma que venia desde
Bonao. Después de una horas ya los tiros sonaban cada vez mas lejos, al
terminar la revolución ganaron los del pedregal, lo que alegro a los habitantes
del pueblo.
Pero el alcalde mando a matar a un grupo de 50 personas lo que
incomodo a Don pepe y este asistió al lugar donde se encontraba el alcalde a
reclamarle, le decía que no es necesario matar, mientras que el alcalde
respondía que era necesario para dar ejemplos, mientras que don Pepe reclamaba
se le llenaban los ojos de lágrimas a causa de aquel crimen que había ordenado
Fello, no pudo hacer nada la respecto, solo regresar a su casa, ya en su casa
Don Pepe decía que a su mula logro quitarle las mañas, pero que a los hombres
nadie se las quita, mientras que Dimas y Simeón aprobaban en silencio.
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