FÁBULAS



EL MERCADER DE SAL Y EL ASNO

Llevó un mercader a su asno a la costa para comprar sal. 

En el camino de regreso a su pueblo pasaban por un río, en el cual, en un hueco, su asno resbaló mojando su carga. Cuando se levantó sintió aliviado su peso considerablemente, pues bastante de la sal se había diluido.

Retornó el mercader de nuevo a la costa y cargó más sal que la vez anterior. 

Cuando llegaron otra vez al río, el asno se tiró de propósito en el mismo hoyo en que había caído antes, y levantándose de nuevo con mucho menos peso, se enorgullecía triunfantemente de haber obtenido lo que buscó.

Notó el comerciante el truco del asno, y por tercera vez regreso a la costa, donde esta vez compró una carga de esponjas en vez de sal. 

Y el asno, tratando de jugar de nuevo a lo mismo, se tiro en el hueco del río, pero esta vez las esponjas se llenaron de agua y aumentaron terriblemente su peso.

Y así el truco le rebotó al asno, teniendo que cargar ahora en su espalda más del doble de peso.

"Tratar de evitar el deber haciendo trucos, sólo nos dañara a nosotros mismos."


 EL LEÓN Y EL RATÓN

Dormía tranquilamente un león, cuando un ratón empezó a juguetear encima de su cuerpo. Despertó el león y rápidamente atrapó al ratón; y a punto de ser devorado, le pidió éste que le perdonara, prometiéndole pagarle cumplidamente llegado el momento oportuno. El león echó a reír y lo dejó marchar.

Pocos días después unos cazadores apresaron al rey de la selva y le ataron con una cuerda a un frondoso árbol. Pasó por ahí el ratoncillo, quien al oir los lamentos del león, corrió al lugar y royó la cuerda, dejándolo libre.

-- Días atrás -- le dijo --, te burlaste de mí pensando que nada podría hacer por ti en agradecimiento. Ahora es bueno que sepas que los pequeños ratones somos agradecidos y cumplidos.


"Nunca desprecies las promesas de los pequeños honestos. Cuando llegue el momento las cumplirán."


EL BURRO  SALVAJE Y EL DOMÉSTICO

Un asno salvaje, que buscaba alimento por las lomas, divisó a otro doméstico, que comía a boca llena en la prisión de un potrero.

Entonces, aproximándose, le habló así:

- Colega, se te ve reluciente y alegre. Tienes abundante comida y disfrutas de una regalada vida.
El otro repuso:

- Así es. De estar bien alimentado no me quejo, pero me cuesta mucho la pitanza.
Apenas acababan de platicar, apareció el amo y, látigo en mano, le condujo a la cabaña.
Después de poco apareció aquel asno doméstico cargado de un pesado bulto en el lomo y detrás suyo el arriero.

Entonces el salvaje le dijo:

- Si ese es el precio de tu buena vida, no tengo por qué envidiar tu suerte. Prefiero ser libre y no esclavo por un poco de alfalfa.



"Es mejor amar la libertad con sencillez que esclavitud con riqueza"

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